CARLOS AGUILAR:
PORTADOR DE HISTORIAS DE MONTAÑA
La presente historia de vida relata anécdotas del montañista andinista Carlos Aguilar, en los momentos más importantes de su vida activa como montañista.
Esta historia de vida se justifica ya que vi necesario conocer historias llenas de aventuras a través de una actividad muy poco practicada en Bolivia como es el andinismo, en ese sentido, escogí conocer en mayor profundidad algunos momentos claves de la vida de Carlos Aguilar, ex presidente del Club Andino Boliviano, además de ser uno de los rescatistas más preparados en Bolivia en cuanto a montañismo. Las historias y aventuras que Carlos Aguilar comparte pertenecen al periodo constitutivo; sin embargo también me pareció interesante tomar en cuenta algunos antecedentes que nos relata sobre su periodo inicial.
En ese sentido presento el siguiente desglose de datos y periodos de este relato.
- Nombre de la persona que compartió un relato de su vida: Carlos Aguilar.
- Fecha y lugar de nacimiento: 1 de agosto de 1959, La Paz.
- Fecha y lugar donde acontece el hecho de la investigación: Andes Bolivianos (La Paz) , Años 60s, 80s y parte de los 90s.
- LA HISTORIA DE VIDA: CARLOS AGUILAR, PORTADOR DE HISTORIAS DE MONTAÑA
Tras haberlo invitado para compartir algunas anécdotas sobre su vida como montañista, iniciamos una charla extensa tomando un cafecito en la zona de Sopocachi. Cerca de su trabajo, Carlos Aguilar, de 48 años, vestido elegantemente y con una corbata que recordaba un torneo internacional comenzó a contarme sus primeras incursiones en las montañas.
a)Relato del periodo inicial
Cuando le pregunté desde cuándo se dedicaba a esta actividad, Carlos Aguilar vio necesario compartir datos sobresalientes sobre sus primeros contactos con la montaña desde que era niño. Relata que viviendo en la zona sur, exactamente en Obrajes tuvo experiencias maravillosas que lo iniciaron en el montañismo. Carlos siente haber tenido mucha suerte ya que en toda su niñez sintió un paraíso en sus pies al encontrarse rodeado de naturaleza. Es así cómo me comentó su primera experiencia de montaña:
1. Llojeta, de sueño inalcanzable a sede social
“Tuve la suerte de nacer en la zona sur en Obrajes, y toda mi niñez fue una cosa excelente porque Obrajes en la época que tuve ya uso de razón, era un paraíso para un niño porque existía un montón de naturaleza, donde se podía practicar todo tipo de juegos donde la imaginación prima en toda mente de niño ¿ no ? Yo vivía en una zona cercana al Club Hípico los Sargentos y ahí existe el cerro Llojeta donde pasaba jugando con amigos del barrio, buscando cuevas, caminando; pero siempre con la idea de alcanzar una cumbre. Hay una cumbre de Llojeta que ahora ha quedado pequeña porque encima han construido hasta carreteras, pero en esas épocas era muy interesante por la altura. Yo estudiaba en un colegio en la ciudad, y todos los días pasaba por esa zona en colectivo, no había taxis o trufis, y yo veía el Illimani y decía : ¡que daría por estar ahí!, un gusto de estar ahí ; pero empecé a trepar cerros con amigos que teníamos gustos afines, empezamos a ver la manera de llegar a esa cumbre que era ansiada[1], que era imposible porque usábamos una ruta directa del Club Hípico hacia el cerro y siempre tropezábamos, terminábamos en paredes inaccesibles, pese a que llevábamos un equipo de jardinería de mi madre para escalar y hacer gradas; era imposible. Paralelamente a esto yo practicaba mucho el patinaje en una pista en Obrajes, todos los fines de semana vivíamos ahí en el centro de patines, y un día subimos por un camino que va a Alto Seguencoma[2], no había casas, subimos con un amigo y el sobrino de mi amigo, yo esa vez tendría 14, mi amigo 14 y el chico 7 años, subimos por ese lado a caminar a descubrir que había por ahí, pero por el otro lado. Cuando, al cabo de una hora vemos una ruta que llegaba directamente a la cumbre, y no se veía paredes, subimos, llegamos a la primera cumbre a las 6 de la tarde, para llegar a la segunda había que dar una vuelta y subir por atrás, Obrajes estaba totalmente oscuro, había un poco de sol, pero cuando volvimos, dimos la vuelta y no se veía ni nuestras narices, fue muy dura la bajada, porque la sombra se confundía con las paredes, espinas, la cosa era bajar, teníamos que llegar a nuestras casas hasta que mi amigo se cayó, rodó y llegó a un lecho de un rio. Teoría aplicada: el rio tenía que salir a algún sitio en Obrajes, así que empezamos a correr por el lecho del rio, mi amigo se adelantó y lo veo rebotar, el rio se había convertido en un túnel. No nos fijamos, rebotó, quedaba continuar, nos metimos debajo del túnel y pasamos el rio, continuamos corriendo y ha debido ser una de la mañana, salimos a la Academia de Policía, volvimos a nuestras casas, y nuestros padres habían estado haciendo fogata, más que todo los padres del chiquito porque mis padres confiaban en mí, tuvimos que subir de nuevo a traerlos, y cuando estábamos ahí arriba decíamos: “nunca más”, podíamos estar tranquilos en nuestras casas, pero eso fue un domingo, y el miércoles salíamos de mi casa a las 4 de la mañana con más amigos a hacer cumbre, como ya conocíamos la ruta, llegábamos a las 9 de la mañana y no sabíamos que hacer de aburrimiento porque habíamos salido demasiado temprano. Ese lugar se convirtió como la sede social de mi grupo de barrio, cada que podíamos en vacaciones, subíamos y subíamos y la pasábamos muy divertido porque después empezamos a salir con amigas, llevábamos cuerdas de construcción y llevábamos y nos amarrábamos la cintura y era lo más divertido bajar con cuerda por esa zona corriendo, porque calculabas no pasar por huecos, pero te jaloneaban y pasabas volando por el aire, no importaba si te caías, nos quedábamos con la satisfacción de los juegos que inventábamos”. (AGUILAR, 2007)[3]
2. El amigo francés, del patinaje al esquí y después directo al Illimani
Carlos Aguilar también cuenta que uno de esos días, apareció un “rubiecito” quien habría resultado ser hijo del Embajador de Francia. Este joven francés tenía el deseo de practicar esquí en Bolivia, ambos se hicieron amigos en la actividad de patinaje que Carlos tenía. Es a partir de esta amistad que Carlos valora y señala como uno de los momentos claves para el montañismo:
“ Se volvió mi mejor amigo, él decía que en su anterior destino el había practicado ski, y me pregunto si yo alguna vez había hecho esquí, yo había subido al Chacaltaya[4] en colegio y de casualidad tenía un tío que era del Club Andino Boliviano, fuimos a buscarlo y él estaba de presidente, participamos, nos inscribimos y tuvimos buena acogida, porque no había jóvenes y empezamos a esquiar, teníamos equipo y Chacaltaya no tenía nada, estaba todo de cabeza, pero el padre trajo instructores de Francia, ayudó con el motor de transportador de nieve, y gracias a él aprendí a esquiar[5], terminó la temporada y andábamos picados con la nieve y hablamos con su padre, le pedimos que a su cuerpo diplomático, eran unos fanáticos de montañismo, le pedimos que nos hagan partícipe y con mis 14 años fui invitado a una excursión al Illimani[6], preguntaron si tenía equipo, les dije que faltaba zapatos, me dieron y subí, la cosa es que se enojaron bastante porque al decirme si necesitaba equipo no pedí nada, ellos tenían todo, yo acostumbrado a viajar con una frazada para dormir, ese era mi sleeping, esa noche armamos la carpa y yo saco mi frazada y se enojaron porque decían que podía congelarme, en esa época no tienes frió, de jovencito, pero mi amigo francés no pudo subir porque se resfrió, ellos subieron a la cumbre, me dejaron en Nido de Cóndores[7] porque no tenía la capacidad de subir, me dejaron y de noche tuve experiencias muy interesantes, porque escuchaba ladridos de perros, bocinas, el resplandor de la ciudad, fue un momento muy interesante para la corta edad que tenía. Me encontré con mí mismo porque tenía miedo, al momento tenía nostalgia de estar solo, tres día solo, tenía todo y Nido de Cóndores no es muy extremadamente difícil, llegaron y con una persona yo subí a la cumbre por primera vez, cumbre sur y bajamos, él se llamaba Pierre de Burán, era un señor extremadamente amante de los perros en las calles, él compraba un montón de pan sólo para dar comida a los perritos que había en el camino, tenía un jeep que se parecían a esos de la segunda mundial, se volvió mi gran amigo, y yo viajaba con él más seguido, hacíamos incursiones en senderos, yo era incondicional, su acompañante, tengo un buen recuerdo de él, alegre. Empezamos a incentivar en Chacaltaya, 30 años como socio del club andino, empezamos a competir y a salir a Chile a competir, éramos esquiadores de fin de semana, era muy difícil. A los 4 años cambió el embajador, el amigo se fue, pero el entusiasmo de la montaña no acabó, me uní a otros amigos y seguimos subiendo”.
b) Relato del periodo constitutivo
Ya después de la mayoría de edad, periodo que nos interesa, Carlos Aguilar nos comenta su experiencia señalando que conoce todas las cumbres principales de la Cordillera Real y Occidental del país. Señala que conoce desde el Illampu hasta el Illimani, y todas sus cumbres. Es así que recuerda y menciona con mucho orgullo al Illampu, al Jancopiti, donde hay cinco yacumas, puntas, cuatro viluyos dentro del Illampu, el Cherocu, Chocomani, el Condoriri, el Chacaltaya y otros cerros intermedios. Dentro de su vida activa como andinista, rescatistas y guía de montaña, podemos señalar las siguientes anécdotas:
1. Una búsqueda entre muchas en un cerro de nombre dudoso
En cuanto a algunos de sus rescates, además de historias extrañas, Carlos Aguilar cuenta: “Un día en el Club Andino vienen unos señores diciendo que habían ido a Choquecota para hacer unas captaciones de agua para Cota Cota y uno de los participantes de esa excursión desapareció, tenían de que pueda congelarse. Lla mejor manera de llegar es por Hampaturi, por atrás, fui solo, no había voluntarios, yo tenía 22 años 24, comencé a caminar por atrás del Jampaturi, Payatani y terminar en Choquecota para ver dónde se había perdido el señor. Una cosa muy extraña, yo subía una de las laderas y me vi con un hombre como un pastor y me dijo: ¿qué haces por aquí a esta hora?, esta hora no es buena para caminar por aquí. Lle explique, y me dijo: Ten cuidado, esta no es buena hora para caminar por acá.
Yo no entiendo, porque si era pastor hubiera tenido algún tipo de animal, no tenía nada, ni perrito, y yo le pregunté qué era ese cerro y me dijo: Colquecawa.
Yo jamás en mi vida escuché ese nombre, lo conocen como el Jampaturi; pero no tenía idea de dónde era ese nombre, porque este señor fue el único que me dijo ese nombre, y me dijo que continúe. Caminé toda la noche y lo encontré pero lastimosamente muerto, el problema del señor fue que podía haber soportado el frió de la noche, pero tenía con él una botella de singani y el singani es peor para mantener el cuerpo caliente, porque te agota inmediatamente todas las defensas, todo el alimento que puedas tener para combatir el frió y durmió, había hecho una cama como con paja y era una persona bastante mayor que no deberían haberlo dejado, se había equivocado en la bajada, se equivocó de valle y terminó allí. Esa es una de las anécdotas”
2. Desde Alemania directo al Quimsa Cruz
En cuanto a una de las formaciones más importantes dentro del andinismo o montañismo, Carlos Aguilar cuenta que todo se debió a la desaparición de dos alemanes que cayeron en Huayna Potosí. Carlos cuenta cómo lograron conseguir capacitación extranjera.
“Era el mes de febrero y es bien difícil subir a una montaña cuando no ves nada, cuando una montaña es suelta, necesitas mucho más técnica para asegurarte y no podíamos salir, teníamos los equipos listos, para poder ir a rescatar los cadáveres de estos dos señores. Cada vez que queríamos salir seguía nublado, la Embajada se molestó un poco por la ineptitud que teníamos en Bolivia en este sentido y trajo su equipo de rescate, fueron y se los llevaron. A raíz de este altercado la Embajada nos ofreció un curso para instructores de alta montaña y guía. Lo tomamos, era un curso de nivel, éramos 25 personas, éramos 8 del Club Andino y los demás porteadores, cocineros circundantes a la montaña. El Club Andino siempre se ha caracterizado de tener gente elitista, es por eso que de los 8 sólo dos quedamos en tres días de taller porque el curso era muy duro. Vino el señor German Wolf del Club Alpino Alemán a dar el curso y era bastante duro, esa vez había unos cuartos y no había refugio, la rutina era levantarse 4 de la mañana , tomar un buen desayuno, a las cinco comenzaba la caminata glacial para hacer las prácticas, el almuerzo consistía en un turrón de dulces y un plátano porque no teníamos tiempo para almorzar, volvíamos a las cinco a cocinar, nos tenían un poco de bronca porque éramos del Club Andino, pero yo los conquisté por la cocina, iba a haber un turno pero yo me quedé en la cocina, pelábamos papa, y les encantaba mis tortillas de quinua; pasada la cena hacíamos el curso teórico. Estuvimos durante un mes, teníamos salidas algún sábado a nuestras casas, tuvimos mucho apoyo de un profesor, el nos apoyaba bastante con dinero para comprar insumos para la comida, era época de la UDP[8], terminamos, nos dejaron tarea para todo el año, al año dimos exámenes, nos reunimos y nos causó mucha sorpresa, el Gobierno alemán nos había mandado equipo completo del valor de 3500 a 4000 dólares por persona, a todos los del curso para poder tener la patrulla andina de rescate y con ese entusiasmo nos fuimos a Quimsa cruz a hacer el examen, nos fue bien, pasamos 9, 4 quedaron como ayudantes y nuestra labor era estar listo para cualquier siniestro que existiera en montaña. Al poco tiempo cayó el avión Eanstearn al Illimani”.
3. Lo que el Illimani se llevó
Es quizás por esta anécdota que conocí más el lado montañista de Carlos Aguilar, ya que la experiencia de rescatismo le ha brindado experiencias inolvidables, tal es el caso del accidente aéreo en el Illimani. Carlos recuerda aún con mucha frescura: “Un domingo 1 de enero de 1985, nos enteramos por la radio que había caído un avión en el Illimani, no había seguridad del lugar, al día siguiente salió la primera expedición del lugar, amigos del mismo curso y otros ayudantes como Fernando Guarachi y empezamos al ascensión, muy difícil porque era época de lluvia, la nieve era suelta, dos pasos arriba, cuatro abajo; pero de todos modos el entusiasmo por ir a buscar sobrevivientes, era muy difícil pero había una esperanza, en el camino, Alquibiri, no existe ya ahí nieve, y veo a un señor que estaba ahí muy mal, y decido ayudarlo. Lo extraño era que estaba solo y no se le entendía lo que hablaba, cargándolo, lo bajo y lo entrego a un poco de seguridad que había del Ejército y vuelvo a subir, luego de alcanzar a unos amigos luego de dos, tres cuatro horas hacemos el pernocte en el Nido de Cóndores y al día siguiente salimos hacia la cumbre. Igual, la ascensión muy difícil porque llovía, en Marquiviri nos encontramos con unas cabras, una negra y una negra bien peludas que nos miraban y desaparecían, llegamos a la primera cumbre y desde esa primera cumbre sur se podía sentir un olor muy especial, olor a kerosene a cementerio a una cosa rara, bajamos la cumbre sur y ya empezamos a ver vestigios de lo que estaba diseminado por todo lado, llegamos a las 5 de la tarde, para suerte nuestra había un alo rojo en todo el piso del Illimani, parecía un foco, hacemos el primer reconocimiento, todo estaba destrozado, de cabeza, un caos, la parte más grande del avión intacta era la cola, pero estaba de cabeza, entonces decidimos hacer el campamento al lado de la cola porque hacía mucho viento, terminamos haciendo la carpa, no estábamos juntos con el otro grupo. Yo estaba con un amigo, Freddy Ortiz y un compañero del club andino. Todo silencio, escuchamos unos pasos, entonces yo le digo a mi amigo para que vaya a ver si estaban llegando gente, que vengan aquí y hacemos un grupo juntos, sale mi amigo y dice no hay nadie, de aquí veo la cumbre y no hay nadie, entonces nos cerramos nuestros sleepings con candado yo creo y nos dormimos hasta el día siguiente. Al día siguiente, empezó la labor de reconocer, porque nos habían pedido que llevemos todo lo que sea identificación en tanto en maletas, en lo que se podía encontrar, encontramos bastantes cosas y bajamos, nos habían dado la tarea de hacer un fosa común, esto es muy secreto, y tratar de reunir todo los restos que podía haber y palma bendita que nos habían aconsejado y no hablar de esto con nadie, después de los años me di cuenta que era una medida muy producente esta porque durante un año y medio me molestaron de Estados Unidos, gente que quería subir, haciendo todo lo posible para siquiera poner una flor, una cruz en algún lugar, pero según gente de la Embajada por ejemplo, podía ser gente que podía suicidarse allá porque era gente muy mayor, pero bueno, bajamos sin contratiempos, había un montón de gente en la base de estados Unidos, de Perú, marines, y había alguien que me identificó y me dijo que estaba invitado a irme en helicóptero al aeropuerto de El Alto. Yo bajé una mochila que pesaba porque todo era recuerdo, traje pedazos de cañerías de gasolina, el mapa de vuelo, herramientas, zapatos coreanos, había muchos zapatos coreanos, almohadones que hasta ahora los tengo de recuerdo incluso los uso, pero nada intacto, todo machucado, había mucho cuero de iguana, zapatitos, todo eso bajé, me hicieron un inventario de la mochila y me pidieron que por favor les preste por una semana, les preste.
Al cabo de unos días me llamaron para que me entreviste con la persona que había ayudado, se llamaba Frank Fulder, era una persona bajita, era cónsul, pero tenía que ver con algo en la Embajada y durante su estadía, vivió para compartirlos conmigo, me llevaba de paseo, me ofreció cosas y vendió cosas con precios irrisorios de 20 Dólares.
4. Encuentros en el Illimani
Además de esta experiencia Carlos Aguilar cuenta la experiencia de una de sus expediciones màs extrañas, cuando un español, la primera persona en instalar equipos de montaña en Bolivia decide auspiciar una ascensión al Illimani para encontrar un avión que tenìa remesas de oro de la COMIBOL.
Carlos Aguilar relata: “Fuimos, encontramos el avión, está en la pared sur del Pico del Indio, no lo encuentran porque era bastante alta, y pensábamos que había oro, lo interesante es que encontramos un cadáver y había unos cajones que había oro y cuando logramos cavar eran rifles antiguos, mausers, oxidados. El cadáver, como es la casualidad, yo fui con un amigo de New York y su padrastro había fallecido en un accidente aéreo y nunca lo encontraron porque nunca supieron dónde cayó el avión, y en la identificación de la momia era él, la mamá reclamó el seguro y no pudo hacer nada no encontraron el cuerpo, él era muy chiquito cuando se casó, no conoció mucho al padrastro porque sino hubiera sido un caos, tenía esos collares de soldado, ese su anterior padre era Arévalo, lo encontró, no avisamos mucho a su madre, después se enteraron, pero quedó ahí, pero la coincidencia que el hijastro encuentre al padrastro después de muchos años fue interesante. La expedición no se concretó ya en nada, actualmente ya se ha debido caer porque hay mucho deshielo en el Illimani. Antes subíamos por la escalera al cielo, inigualable, ahora ya no hay lastimosamente ese glacial”
Carlos Aguilar señala que sus realizaciones personales se basan en sus actividades de vida de montaña, compartir con la naturaleza. El afirma adorar la montaña y sus alrededores, la sonrisa de un niño pastor, una pureza sin mezquindad. En ese sentido concluye: “Yo hubiera salido hace muchos años de Bolivia, pero me hacía volver mis montañas y mi gente, ese es el momento por el que siempre volví a Bolivia”. Así también señala que tuvo pocos momentos duros en la montaña, caídas difíciles, pequeños accidentes. Señala que es importante pedir permiso a la montaña cuando decides ascender ya que muchos de sus amigos que no lo hicieron murieron en la ascensión. Su montaña favorita en la Cordillera Real es el Condoriri por su fantástica aposición, así también el Huayna Potosí, el Illampu, en cuanto a la Cordillera Occidental, el Sajama donde se llevó a cabo el ùnico partido de fútbol, actividad que también organizó en los años 90.
5. Caso partido de fútbol en el Sajama
Además de contar con historias de rescate o aprendizaje en la montaña, Carlos Aguilar concluye contándonos la experiencia de organizar un partido de fútbol en el Sajama.
“Yo tengo experiencias muy interesantes, cuando se nos ocurrió hacer un partido de futbol en el Sajama y fue una noticia que recorrió el mundo entero, lástima que en Bolivia no sepamos de esa importancia, será que vivimos en altura o nuestra educación, puesto que: te imaginas un partido de futbol a 6500 metros sobre el nivel del mar? Para mucha gente era una locura, tuve llamadas de todo lado, inclusive el presidente de la FIFA llamó para preguntar qué estábamos haciendo, lastimosamente el primer intento hubo mucha nieve, como “buenos bolivianos”, dos meses atrás hicimos un dossier para los periodistas que iban a subir hagan un curso gratis, dos vinieron; pero un día antes de la expedición me llamaban todos los medios de comunicación y me decían: que tiene que llevar mi periodista? Entonces ahí empezó el problema porque al día siguiente teníamos que inventarnos todo porque nos decían que estábamos coartando la libertad de prensa, tuvimos que llevarlos, tuvimos que hacer milagros, el Sajama no es muy técnico pero es de largo aliento, entonces esa mañana, yo me saco el sombrero ante mis guías, mis guías no han dormido haciendo cuerda fija, esta es una técnica, hacemos unos barandados para que el que no tenga experiencia pueda anclarse y pueda ir por ahí para no caerse, porque hay un paso por ahí medio duro y si lo ves no trepas, como salimos a las 3 de la mañana, a la vuelta no querían bajar porque había una caída de mil metros no? El tema era que el equipo llegó a las 9 de la mañana y lso periodistas llegaban a las 3 de la tarde, y no puedes mantener a una persona ahí durante una hora porque las condiciones son adversas, se nubló, empezó a nevar, entonces tuvimos que abortar, no quisimos hacer mucha polémica porque vimos que demasiada gente se incluía, inclusive salieron muy malos comentarios en internet de gente invitada, decidimos en una segunda oportunidad subir los dos equipos y un camarógrafo para que filme, teníamos que hacer el partido en cierta fecha pero resulta que llegó una expedición inglesa, y resulta que el ideólogo de este partido es un viejo andinista Martínez que no lo culpa, pero él quería mantener una notoriedad y ofreció este partido a los ingleses para que ellos jueguen y no podíamos permitir después de tremendo esfuerzo que se había hecho, todo era pelea. Bolivia era un país tranca, esa es la conclusión porque fue una pelea con el Sernap, con los vice ministerios, con el pueblo porque no falta la gente que quiera aprovechar de la ocasión y gente que quiera hacer compromisos que son difíciles de cumplir. Pese a todo esto se logró llegar. El cuidador del Sajama no nos dejaba subir porque era muy grande la expedición , puede que sea muy valedera pero había que hacer una excepción, ya estaba todo listo, no podíamos subir, se continuó, como había este problema de que los ingleses tenían que jugar si o si, yo estaba enfermo, no pude subir, apareció mucha gente oportunistas y gente que quería sacar ventaja de la actividad y en eso había una familia de médicos que yo invité, les dije que vayan a ver lo de la altura, quizás no se, al día siguiente me dijeron que sí, esa vez que no pude ir yo, dijeron que iban a ir a coordinar todo, subieron ellos, la expedición partió a las 11 de la noche, subieron 22 personas y llevaron mi cámara filmadora vhs compacta, mi guía la sabía manejar, suben en la noche, 9 de la mañana suben a la cumbre, unos petardos ara decir que habían llegado, el partido empezó a las 9 y media, yo transmití aquí por Deporte Total, un revuelo, lindo, terminan de jugar y bajan, llegan a las 5 de la tarde en andas los cargan, se arma una farra, y este amigo, supuesto amigo de la familia de los médicos le pide la cinta a mi ayudante diciendo que me iba a devolver al día siguiente, al día siguiente no quise llamarlos temprano, los llamo y me dicen: Carlos, tenemos que hablar y me invitan ir a la clínica, ya estaban en la puerta periodistas para tener el material, entramos y en la sala de la clínica habían letreros grandes y una tela grande para la proyección y me dice: Sabes Carlos, hemos decidido que el video, como es nuestro, porque no han filmado en tu cámara sino en nuestra cámara que hemos mandado y ahí me dijeron que no habían usado esa cámara, así que le dijeron que les dejemos venderlo, son 100 mil dólares que vamos a pedir, que la vamos a mostrar a la prensa. Bueno, llegó la prensa, empezaron su propaganda, y dijeron que todo había hecho la clínica que ellos se habían comprometido a hacer exámenes a los jugadores y después querían pasarme una cuenta de 7mil dólares por lo que habían hecho, lo de ellos era voluntario, porque dijeron que ellos iban a hacer el chekeo, termina la proyección de la película, y sacan todo lo que yo hice filmar los baners para los sponsors y editaron a su manera, y dicen: bueno señores, tiene su precio, aceptamos negociaciones. Se hizo un lio tremendo porque yo debía plata a porteadores, comida, como unos 3500 dolaresa que tampoco era una gran cosas, pero eso estaba sujeto a los sponsor, lastimosamente hasta el día de hoy no han devuelto las imágenes, yo me aparté no quise mas problemas pero bueno, ahí te das cuenta de la mentalidad boliviana”.
EN LA ACTUALIDAD
Carlos Aguilar llegó a ser presidente del Club Andino Boliviano, durante seis años, comenzó como capitán de deportes, a secretario general, y posteriormente presidente. Participó en el Comité olímpico. Trabajó mucho en turismos y en la actualidad trabajo con imágenes satelitales con desarrollo alternativo. Todos los días juega racket. Sube cada año al Huayna Potosí, y tiene la idea de buscar un centro glacial para hacer squi.
En cuanto a sus sueños aún no cumplidos señala: « con la experiencia de haber caminado los alpes, nos hace falta mucha infraestructura de refugios de alta montaña, no refugios de base, sino de alta, ya que el sistema es muy interesante, en los Alpes sólo hay un techo pequeño, donde entras tu y encuentras comida, donde tu llevas comida y si te sobra la dejas, hay un respeto lo mantienen limpio, eso nos falta. Están empezando en el Huayna, pero vi un poco de borrachera, cosa que no es buena imagen.
Si se compara con otros amigos contemporáneos, Carlos Aguilar cree que ha sido un privilegiado en escoger una actividad para compartir toda su vida con la naturaleza, sin combatirla ni destruirla sino ascenderla.
[1] Llojeta.
[2] Zona que se encuentra frente a la zona de Obrajes.
[3] Parte de la entrevista realizada a Carlos Aguilar en Abril de 2007.
[4] Nevado donde se realizaban prácticas de ski.
[5] Carlos ya tenía como 14 años.
[6] Nevado más visible en la ciudad de La Paz.
[7] Nombre de un lugar de la montaña Illimani.
[8] Años 80, época en la que se vivía una economía muy dura en Bolivia.